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Adiós al Coloso del Cerro: El día que Rayados dijo adiós al Tecnológico

Un empate ante Pumas cerró una era gloriosa en la historia albiazul

Por Sergio Ruiz

El adiós del Tecnológico en el campo / Foto: Rayados

El 9 de mayo de 2015, una fecha que quedará grabada en la memoria de toda la afición rayada, el Estadio Tecnológico cerró sus puertas para siempre. En un partido ante los Pumas de la UNAM, correspondiente a la última jornada del Torneo Clausura 2015, los Rayados disputaron su último encuentro en el inmueble que los vio nacer y crecer.

El resultado final, un empate a dos goles, pasó a un segundo plano. Lo que realmente importaba era la despedida. Después de más de 60 años de historia, el equipo regiomontano decía adiós a su casa, a ese lugar donde vivieron tantas alegrías y sufrimientos, donde se forjaron grandes leyendas y se escribieron páginas gloriosas en los anales del fútbol mexicano.

Un pedazo de historia

El Tecnológico fue mucho más que un estadio para los Rayados. Fue su hogar, su fortaleza, el lugar donde se forjó la identidad del equipo. Allí, los aficionados vibraron con cada gol, sufrieron cada derrota y celebraron cada título. El Coloso del Cerro, como se le conocía cariñosamente, fue testigo de grandes hazañas y de momentos inolvidables.

Un adiós emotivo

La despedida del Tecnológico fue un momento emotivo para todos los que aman a los Rayados. La ceremonia de clausura estuvo llena de nostalgia, con proyecciones de imágenes históricas que recordaron los mejores momentos del equipo en el estadio. Los jugadores, el cuerpo técnico y la afición se unieron en un emotivo homenaje a un recinto que se convirtió en un símbolo de la pasión rayada.

Un nuevo comienzo

Aunque la despedida del Tecnológico fue un momento triste, también marcó el inicio de una nueva era para los Rayados. El equipo se mudó al nuevo estadio BBVA, un inmueble moderno y con todas las comodidades que se merece una institución de la talla de Monterrey.

Un legado imborrable

El Tecnológico siempre ocupará un lugar especial en el corazón de los aficionados rayados. Fue mucho más que un estadio, fue un símbolo de identidad, de pasión y de pertenencia. Su legado vivirá por siempre en la memoria de todos aquellos que tuvieron la suerte de vivir la experiencia de ver a los Rayados jugar en el Coloso del Cerro.

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